jueves, 8 de diciembre de 2016

Ella



Allí sentí su mirada, allí sentí el roce de su translúcida y brumosa piel acariciando mis entrañas, entrando sin ser vista y aclamada sin ser oída. Era ella, tan hermosa y atrayente como siempre; pero en un momento inoportuno, como siempre. Era ella con sus ojos carmesís quien se introdujo en mi ser ocupando mi mente e intentando hacer lo que ella me dictara.

Pero yo no podía, yo estaba atento a un papel de estudios. Mi mirada sólo se fijaba en dos palabras quietas, apalancadas y vacías de significado para mí, que nunca acababa de leerlas, pero que el hecho de admirarlas me hacía creer que algo estaba haciendo bien, que algo estaba haciendo, quizá estudiar, quizá atender.

“Se evaden”, era lo que estaba escrito, pero lo único que allí se evadía era el sentimiento de mi ánima, dejando mi corpóreo ser sujeto a un mundo de cristal para que mi pensamiento se trasladara a otro lugar.

Yo intentaba resistirme, pero ella era tan seductora y elocuente… No la pude detener. Una voz me decía que la siguiera a mundos invisibles y desconocidos que sólo podría conocer si aceptaba en ese momento. El modo en que trataba su lograda y trabajada prosa era pasmoso, no me acuerdo de la mitad de lo que me propuso, pero sí me acuerdo del sentimiento que evocó en mí. Me provocó el desconcierto, la confusión y la emoción de desconocer algo conocido.

Fue un único instante en el que acepté sin yo quererlo, pero queriéndolo mi ser. Un único instante en el que me embaucó en un canto melódico y envolvente, un canto aislante que, sin cerrar los ojos, barrió de mi mirada aquella imagen nítida y consciente de mis apuntes de literatura para obtener una borrosa, trémula y apabullante escena. No pude creer lo que tenía ante mis ojos y, en un impulso de heroísmo, lo rechacé como acto reflejo de un ser superviviente.

Más tarde, aquella damisela desapareció, aquella imagen se desvaneció y nada de todo lo ocurrido continuó. Y un sentimiento de vacío ocupó el pedazo de mi cuerpo que me habían extraído, o más bien arrancado, violentamente y sin tapujos.

Me sentí distante durante unos momentos, hasta que me levanté de mi asiento y me dispuse a volver a mi hogar. Durante todo el camino no pensé en otra cosa que en aquella melodía, pero jamás la volví a oír, jamás me encontré tan arrepentido como en aquella ocasión, jamás anhelé tanto algo como aquello, y desde entonces no encuentro hora en el segundo, no soy capaz de respirar en el ahogo, y noto cómo me marchito desde que tomé aquella decisión.