miércoles, 16 de abril de 2014

El Templo del Olvido (Parte 3/3)

Sol y Luna.

El viento arrastró unas hojas y su eco dejó un rastro tras nuestros oídos, que pareció la pausa oportuna para que diera comienzo la conversación.

¾Hacía mucho tiempo que nadie me visitaba, ¿a qué has venido?

No sabía qué responder en absoluto, ni cómo salir indemne de aquella situación. Me pregunté si realmente debería haber entrado en el templo en un principio, y me atormenté sin buscar solución alguna. Sentí un dolor en el brazo izquierdo y, sin pensarlo, me giré y le miré con un rostro inexpresivo, tan pasivo como la luna llena.

¾A nada en concreto…

Parecieron rechinarle esas palabras, pues, en señal de incomprensión y de duda, mostró un gesto con una mueca retorcida. Inquirió con su mirada todo mi cuerpo recostado contra el murete, aún sin fuerzas para levantarme.

Estaba buscando algo, y el hecho de no saber qué era me provocaba una incómoda sensación de vulnerabilidad. Temeroso, permanecí estático, rígido como una estatua hierática.

Paró sus ojos en mi brazalete y formuló una expresión de decepción.

¾Así que eras tú. Vaya…

«¿Así que era yo? ¿Me esperaba? Sí, claro que me esperaba, él es un dios y ésta su casa. Sabía que iba a venir… Pero, ¿qué hacer? No sé qué quiere de mí, y tampoco sé qué darle…», me pregunté, confundido.

Entonces pensé en dónde había dejado mi pasado, detrás de esos pilares, detrás de la fachada; fuera de este templo. Aquí dentro él no ponía las normas, yo estaba a su misma altura, y no por debajo. Me levanté tranquilo y sin temor, y mirándole a sus ojos púrpuras le respondí:

¾¾como si fuera obvio y comprensible.

¾¡Bah! ¡Estoy harto de ti! Siempre tan frío y ordenado. Siempre tan popular a la par que insignificante.

¾Quizás tú eres demasiado inquieto e intranquilo.

¾¡No quiero oír eso de ti! Además, ¿¡qué haces aquí!? Sabes muy bien que los dos juntos no podemos convivir.

¾Alguien tendrá que marcharse¾respondí, imperioso.

El dios me miró desconcertado. Pensé que le gustaría enfrentarse contra mí, que toda la palabrería que había soltado hasta el momento no era más que el preludio. Pero me confundí, y deduje de su sorpresa lo contrario.

¾¿A qué viene esto? ¿Ansías el poder? Yo traigo la vida y tú la muerte. ¡Ambos somos necesarios!

¾Cualquiera podría sustituir al otro.

¾¡Si desapareces sólo habrá desolación!

¾Pues me temo que ésta va a ser una noche muy larga.

No entendía lo que sucedía, a medida que la conversación avanzaba, el dominio de mi mente sobre mi cuerpo se estaba deshaciendo, ya no respondía ante mí. Ahora yo no era más que un simple espectador, no controlaba ni mi habla.

¾De quién es ese cuerpo, Tsu¾preguntó, más tranquilo que de costumbre.

¾De un curioso que paseaba por aquí.

¾¿Así que me quitas la diversión de encontrarme con los nuevos, eh? ¿Sabes cada cuánto aparece alguien?¾comentó, volviendo de nuevo a su actitud original.

¾Es hora de que desaparezcas.

¾Los dos nos necesitamos, si uno desaparece, ¡todo decae!

¾No tienes nada que hacer.

¾¡Vienes a mis dominios y te atreves a desafiarme! ¡Vienes en clara desventaja, y pregonando ser superior!

Mi cuerpo se movió de nuevo por su cuenta, y mi brazo derecho apuntó al cielo. Estaba anocheciendo. El hiperactivo dios lo miró nervioso, y se dirigió preocupado hacia mí, que ocupaba la salida.

¾Déjame marcharme, hermano, por favor.

¾No¾respondí, tajante.

No tenía mucho tiempo para rogar o suplicar, así que se decidió a acceder por la fuerza. Levantó el brazo y lo bajó al instante, lo intentó de nuevo y sucedió lo mismo. Parecía pesado y agotado; no tenía fuerzas.

La sombra de la noche cubrió rápidamente el entorno, y al asustado dios también.

Primero rodeó sus piernas, y éstas comenzaron a convertirse en cenizas. Miré su rostro esperando encontrar agonía, pero sólo hallé una sonrisa abyecta y una mirada desafiante, que poco tiempo duró, pues se deshizo por completo.

Y, de nuevo, sin controlar mi cuerpo, me dirigí andando lentamente hacia el final del templo, donde se encontraba una pirámide azteca. Me senté en el trono de la cúspide y dije en voz baja, lenta y pausada:

¾Ciertamente, va a ser una noche eterna…

No hay comentarios:

Publicar un comentario